Una nueva oportunidad de colaborar en el Semanario ribereño Más. Hace tiempo que no toco temas más polémicos y es que prefiero aprovechar la ocasión para reflexionar sobre lo importante, pero esta semana no sabía qué decir así que ha tocado hablar del tiempo. De nuevo gracias por dejarme «escribir en voz alta».
Pues como no sé de qué escribir toca hablar del tiempo. Ese compañero perenne que vuela, miramos atrás y nos parece mentira, quizás nos ha arrasado, y algunas veces ha conseguido convertir unos segundos en un sentimiento eterno, que aunque revivimos con la misma intensidad que nos invadió en aquel instante, que quizás parecía irrelevante, pero escondía tantísimo en su interior. El tiempo, amigo cuando se ralentiza para que saboreemos más, travieso cuando esprinta pero permite que revivas esos minutos en tu memoria, y enemigo cuando se multiplica intensificando ese momento que nos ha destrozado aunque al aplicar la pomada de la distancia temporal comprobamos que ha permitido que crezcamos. Esas vivencias nos conducen a la persona que somos actualmente, y damos las gracias si nos vemos bien y rogamos permanecer así, o no nos gusta lo que vemos en el espejo, y queremos que el tiempo pase y llegue el futuro para poder cambiar. Pero, el futuro lo creamos desde el presente, es ahora cuando tienes que fijarlo o ponerte en marcha para transformarlo.
El tiempo y sus estaciones. La primavera que nos despierta, nos prepara pero nos desestabiliza ya que si queremos conseguir algo debo actuar y eso cuesta, nos impulsa a regenerarnos y a crecer. El verano, explosión de vida, tiempo de trabajo y comenzar a comprobar los frutos, aunque aún estamos en la recolección, producimos mientras disfrutamos del calor, el sol, se cumplen los sueños, y todo es más liviano y asequible aunque también aplatana y te permites retozar para disfrutarlo en compañía. El otoño, somos conscientes de que queda menos tiempo, o pongo en marcha todas las estrategias o no conseguiré los objetivos, pero admiramos la belleza que impregna los ocasos. El invierno, hacemos balance, nos recogemos en nosotros mismos, tenemos más ganas de arroparnos pero vamos vislumbrando cómo puede ser el futuro y lo que queremos cambiar, y tu mejor compañía eres tú.
El tiempo como ciclo. Todo vuelve, todo se repite, todo tiene una secuencia y es predecible. Pero nos creemos más listos que el tiempo, los errores del pasado no pueden alcanzarnos, se supone que hemos aprendido la lección y además hemos cambiado, pero ¡Sorpresa! Vuelve a repetirse el círculo vicioso, y nos pilla desprevenidos, aunque nos habían avisado ya. Aunque si has evolucionado, será una espiral y esa piedra con la que vuelves a tropezar la vivirás de otra forma, y quizás no golpee tan fuerte y sus ondas llegarán más lejos y más intensamente.
El tiempo como regalo. Disfrútalo porque es el único que no vuelve. Atesóralo porque es lo que te permitirá vivir el presente y acariciarlo en la memoria cuando busques ese momento deliciosamente imperfecto. Compártelo con los que quieres porque lo mejor que puedes ofrecer es tu propio tiempo.
Laura